Energía sustentable y No contaminante

Energía sustentable surge de la Agenda 2030.

No cabe duda de que dos de los principales grandes fenómenos que enfrenta la humanidad en esta primera mitad del siglo XXI son la pandemia derivada de la COVID-19 y el cambio climático. Sin exagerar, la respuesta humana y principalmente “global” que se dé a ambas cuestiones en esta década determinará el destino de la humanidad.

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En 2015, los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la cual cuenta con diecisiete objetivos, que son la hoja de ruta hacia un nuevo paradigma de desarrollo. El Objetivo 7 se titula “Energía sustentable y no contaminante”.

La situación actual de lo que comprende este objetivo durante la pandemia ha evidenciado la desigualdad que se vive en el mundo, principalmente en las poblaciones que frente al confinamiento han carecido del acceso a fuentes de energías para cubrir sus necesidades básicas de manera intensificada, así como a tecnologías para sobrepasar las modalidades que imponen la pandemia y el distanciamiento social.

Pero también se vislumbra como nunca que el desarrollo de este Objetivo 7 no sólo se presenta como una necesidad inminente para combatir el cambio climático, sino además como una oportunidad para transitar de las afectaciones económicas generadas por la pandemia y con alcances a poblaciones marginadas.

La energía sustentable y no contaminante surge en la Agenda 2030 como una prioridad fundamental frente al futuro, partiendo de un diagnóstico que enmarca los siguientes datos destacables, según las Naciones Unidas:

  • El 13% de la población mundial aún no tiene acceso a servicios modernos de electricidad.
  • 3,000 millones de personas dependen de la madera, el carbón, el carbón vegetal o los desechos de origen animal para cocinar y calentar la comida.
  • La energía es el factor que contribuye principalmente al cambio climático y representa alrededor del 60% de todas las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
  • La contaminación del aire en locales cerrados debido al uso de combustibles para la energía doméstica causó 4.3 millones de muertes en 2012, donde 6 de cada 10 de éstas fueron mujeres y niñas, en 2015, el 17.5% del consumo final de energía fue de energías renovables.

De acuerdo con la CEPAL, en América Latina y el Caribe, más de 26 millones de personas (el 4% de la población) carecen de acceso a electricidad y al menos 87 millones de personas (el 15% de la población) emplean biomasa de fuentes no sostenibles —leña y carbón vegetal— con fines de calefacción.

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Frente a dicho panorama, las metas específicas del Objetivo 7 “Energía sustentable y no contaminante”. son:

7.1 Garantizar el acceso universal a servicios energéticos asequibles, fiables y modernos.

7.2 Aumentar considerablemente la proporción de energía renovable en el conjunto de fuentes energéticas.

7.3 Duplicar la tasa mundial de mejora de la eficiencia energética.

7.a Aumentar la cooperación internacional para facilitar el acceso a la investigación y la tecnología relativas a la energía limpia, incluidas las fuentes renovables, la eficiencia energética y las tecnologías avanzadas y menos contaminantes de combustibles fósiles, y promover la inversión en infraestructura energética y tecnologías limpias.

7.b Ampliar la infraestructura y mejorar la tecnología para prestar servicios energéticos modernos y sostenibles para todos en los países en desarrollo, en particular los países menos adelantados, los pequeños Estados insulares en desarrollo y los países en desarrollo sin litoral, en consonancia con sus respectivos programas de apoyo.

Por un lado, podemos destacar algunos de los impactos negativos de la pandemia en el acceso a energía de grupos particularmente vulnerables. Frente a los confinamientos en diversas partes del mundo, la falta de energía (de cualquier tipo) se volvió en un agravante en las condiciones de vida de millones de personas.

Ello se refleja en la falta de acceso a electricidad en cuestiones cotidianas, como podría ser la luz, el agua caliente, la calefacción, refrigeradores, estufas, y en otro ámbito, en el acceso a tecnologías como la Internet, ya sea para actividades laborales o educativas de la población, lo cual ha permitido procurar el distanciamiento social.

Asimismo, la escasez de energía tuvo impactos también en el suministro eléctrico de centros de salud. Por ejemplo, según las Naciones Unidas (PNUD), se estima que en África subsahariana sólo el 28% de los centros de salud (clínicas y hospitales) tiene acceso a una electricidad fiable, a pesar de la necesidad de que los equipos vitales funcionen de manera ininterrumpida.

Dicha situación no está alejada de la realidad que se vive en muchas regiones marginadas en América Latina. Por otra parte, derivado de los confinamientos y restricciones a la movilidad con motivo de la pandemia, se han observado algunos beneficios ambientales para el planeta.

Las nuevas tecnologías permitieron que, a través de las videoconferencias, millones de personas pudieran reunirse para trabajar, realizar conferencias o paneles académicos que antes no se podían asistir, e inclusive celebrar o compartir.

En esta dinámica es evidente que la generación de energías limpias constituye una oportunidad en la reactivación económica para el mundo pos-COVID, pero sobre todo representa un imperativo frente a la crisis climática que enfrentamos. Utilizar las fuentes naturales como generadoras de energía es, sin lugar a duda, un paso evolutivo para la humanidad y en armonía con el planeta.

Fuente: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/14/6586/4.pdf

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